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sábado, 14 de junio de 2008

INSOMNIO

1er Premio de Relatos del BIM "La Voz de La Rambla" donde fue publicado en Agosto de 1992

Aquí me encuentro, buscando ideas, intentando escribir a estas altas horas de la noche. Procurando cualquier cosa por vencer el insomnio.
Y es que ya me cansé de dar vueltas en la cama, de enrredarme con las sábanas cambiando de postura a cada instante mientras mi cabeza se hunde en la almohada.
Y me levanto e intento leer pero no consigo concentrarme en aquellas líneas que se sobreponen unas a otras, me pierdo entre tanta palabra, mis ojos van por un lado mientras mi cabeza está en otro. Así tras cambiar de táctica me dispongo a escribir, frente a mí un folio en blanco, lo encabezo con un titulo, INSOMNIO, lo subrayo, intento buscar inspiración y dándole vueltas a la cabeza me pongo a pensar...
El silencio de la noche es profundo, tan solo profanado por las campanadas, regulares en el tiempo, propiciadas por el reloj grande del comedor y que se van incrementando en su número en tanto que avanza la noche.
Por la ventana entra el sonido agudo del cantar de un grillo, mientras de fondo en los corrales de las casas de dos o tres calles más allá, prácticamente en las afueras del pueblo se oyen los ladridos de unos perros.
Mientras tanto el papel sigue en blanco, no consigo concentrarme porque en el fondo necesito dormir, descasar.
Los gritos del silencio me estallan en los oídos. Todo es soledad, silencio tan solo roto de vez en cuando por esos perros, los grillos y permanentemente por el sonido pendular del reloj por sus regulares golpes secos de las huecas campanadas.
Es imposible, no lo soporto más, y en un arrebato de impotencia me dirijo al comedor, enciendo la luz, abro la cristalera del reloj, y sujetando el péndulo en el centro de su mueble consigo acallar su sonido monótono quedando el tiempo parado cuando sus manillas marcan las tres y cinco.
Vuelvo al dormitorio y cogiendo una camisa del perchero con ella me encamino a la mesilla con intenciones "homicidas", el pulso tembloroso y el rostro desencajado y pálido, (cualquiera diría que estoy describiendo la secuencia de una película de HITCHCOCK), la dejo caer sobre el despertador, lo envuelvo en ella al tiempo que lo escondo entre las mantas que se encuentran en un cajón del armario. Ya no hay ningún reloj que me marque el tiempo, lo cual no quiere decir que éste halla dejado de pasar, pero es costumbre muy habitual y extendida entre los seres humanos la de matar al mensajero.
La noche se ha vuelto madrugada y el cantar de los grillos se torna por el de los gallos que unos a otros se van relevando en su claro KIKIRIKI.
Me vuelvo a la cama y me tiendo boca arriba inmóvil e inerte.
Las grietas del techo con el juego de luces y sombras que el alba traspasa por mi ventana, se me aparecen en forma de siluetas de caras espectrales.
La atmósfera cada vez se vuelve más pesada, su peso me oprime el pecho y siento como si me faltase el aire. Intento dejar la mente en blanco, no pensar en nada, pero es imposible, recuerdo lo que hice ayer mientras que me siento frustrado por lo que deje de hacer, en tanto que me comienza a angustiar el pensar en lo mucho que dejé pendiente para mañana.
Pongo la radio y su programación nocturna, susurrante me habla al oído de los ecos de las calles vacías, de las debilidades humanas y del amor, de las entregas nocturnas entre hombres y mujeres y también, como no, de frustraciones y soledades todo ello sobre el fondo de alguna melodía que otras noches fue banda sonora de mis sueños.
En tanto empieza a clarear y los primeros rayos del sol atraviesan el plateado transparente de la ventana de mi habitación quemándome los ojos.
Ya deben ser las seis o seis y media de la mañana puesto que el camión de la basura irrumpe en el silencio con su brusco traqueteo que poco a poco se va perdiendo en la lejanía.
Aturdido intento ubicarme en el tiempo, calculo las horas al revés y en vez de imaginar la hora que será, las que llevo aquí encerrado en mi habitación, calculo por tanto las que deben de quedar para que como a diario, pero esta vez un tanto enmudecido, el despertador suene llamando a incorporarse al nuevo día..
Ya escuchando de fondo el murmullo de la gente por la calle, comienzo a perder la noción del tiempo y espacio.
Me parece estar soñando despierto que estoy dormido con ese sueño ligero en el que crees ver y oír todo, un duermevela al que más que el sueño me llevo el cansancio de una noche tan larga.
RING, RIIING... suena el despertador ahora que me empezaba a dormir; lentamente me incorporo mientras apenas sin ver me voy vistiendo.
Es tanta la confusión en mí, que dudo si he pasado la noche en vela o si todo ha sido un mal sueño.

Juan Antonio Cid Ortega
(Junio/1992)

1 comentario:

david santos dijo...
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